Los países más felices no necesariamente son potencias económicas

Costa Rica, México y Colombia son naciones que lideran la última edición del Happy Planet Index, a diferencia de EU y Canadá, que ocupan posiciones más lejanas.

Vivir en un país en donde el valor del Producto Interno Bruto (PIB) es uno de los más altos del mundo no siempre significa que esté garantizada la felicidad.

Y para ejemplo unos datos: los estadounidenses pueden presumir tener el valor de producción más elevado en el mundo, pero México es la segunda nación más feliz a nivel mundial, solo superada por Costa Rica, señala la más reciente edición del Happy Planet Index (HPI).

El HPI se calcula con una fórmula que contempla el bienestar con la expectativa de vida y este resultado es multiplicado por las desigualdades y dividido entre la huella ecológica. El HPI es elaborado desde 2006 y se actualiza cada cuatro años por el think tank británico New Economics Foundation.

De la última edición (2015), de un ranking de 140 países, Costa Rica, México y Colombia se llevan el oro, plata y bronce de la felicidad. Pero no todo es tan negativo para las naciones desarrolladas: Noruega aparece en la posición 12 y Suiza en el 24. Canadá está en el 85 y Estados Unidos en el 108.

“El crecimiento del PIB por sí solo no significa una mejor vida para todos, especialmente en los países que ya son ricos”, explica HPI.

Los resultados reavivan la pregunta de si el PIB es un buen instrumento para medir el bienestar, el desarrollo económico, e ir más allá, para contemplar la felicidad de la población.

El PIB -indicador estrella para clasificar a los países como exitosos en cuanto a su nivel de producción de riqueza material- se define como “el valor de mercado de todos los bienes y servicios finales producidos dentro de un país, en un periodo determinado”, de acuerdo con Gregory Mankiw.

El PIB mide cuánto se produce y cuánto se gasta, deja fuera el ocio, las acciones de voluntariado, el impacto de esa producción en el medio ambiente, permite solo juzgar a una economía y sus ciudadanos por el ingreso que ostentan y por ende el gasto que pueden ejercer.

Mediciones como el HPI suman otras variables: el bienestar o satisfacción con la vida en general, la esperanza de vida, la brecha salarial o desigualdad de ingresos, y la huella ecológica o el impacto que cada ser humano genera en el medio ambiente.

Países como Bután, que tienen mayor historia en tratar de medir de la felicidad, añaden elementos a sus propios como el bienestar psicológico, el uso del tiempo (en dormir, deporte, meditar) y la vitalidad comunitaria que incluye niveles de seguridad, de acuerdo con un artículo de Roberto Gallegos del Imco.

“El PIB no refleja desigualdades en las condiciones materiales entre personas en un país. No valora adecuadamente las cosas que realmente le importan a las personas como relaciones sociales, salud o uso del tiempo libre”, explica el HPI.

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha dicho que su gobierno usará otras formas más allá del PIB para medir el bienestar. No es el primero que critica el uso solo del PIB como parámetro del bienestar.

En 1968, Robert Kennedy se lanzó a la presidente de Estados Unidos y criticó duramente esas medidas económicas:

“El PIB mide todo, excepto por qué estamos orgullosos de ser americanos. No mide nuestro coraje, ni nuestra sabiduría ni la calidad de nuestra educación”, dijo en un discurso.

Puede que un alto ingreso no haga más educada a una sociedad pero sí da acceso a insumos para lograrlo.

“El PIB sí mide la habilidad para obtener muchos de los insumos que hacen una vida digna”, escribe el economista Gregory Mankiw.

El PIB y su crecimiento a tasas de entre 3% y 4% sostenibles en el tiempo es necesario para combatir la pobreza que en México se explica principalmente a los ingresos por debajo del bienestar, de acuerdo con el Coneval. De ahí la relevancia del crecimiento económico para garantizar al menos recursos que se conviertan en ingresos con una distribución pareja de los mismos.

En México, 4 de cada 10 personas son pobres, es decir 52.4 millones de mexicanos o 41.9% de la población, informó la semana pasada el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). La cifra es 3 millones más que hace una década.

Otras medidas que amplían su horizonte más allá del PIB son, por ejemplo, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de la ONU que para México publica información desde 2002. El IDH integra las variables de la longevidad de las personas, su educación y el nivel de ingreso necesario para una vida digna.

México se ubicó en el sitio 74 de 189 países en el IDH de 2018 , sin cambios respecto al informe previo. Bajo esta medición, Estados Unidos sí le saca gran ventaja a México pues se ubica en la posición 13, aunque cayó un lugar pue en el previo estaba en el 12. El primer sitio lo ocupa Noruega.

El INEGI también tiene herramientas para medir el bienestar subjetivo de los habitantes. En 2018, los mexicanos alcanzaron un promedio de 8.2 en una escala de 0 a 10 en su percepción sobre la satisfacción con la vida, en 2017 habían sido 7.9.

La satisfacción con la vida en general de los adultos del país registró en enero un promedio de 8.2 en una escala de 0 a 10, cifra mayor al 7.9 reportado en el mismo mes de 2017, cuando el indicador tuvo una caída respecto a 2016, de acuerdo con datos del INEGI reportados este miércoles.

En la escala de 0 a 10, cero es total insatisfacción y 10 es total satisfacción, de acuerdo con el indicador de bienestar subjetivo elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Los amigos, la familia, y la gente es lo que les da satisfacción a los mexicanos, pues el 94.1% se ubica en las casillas de satisfechos o moderadamente satisfechos con las relaciones personales, según el indicador de bienestar subjetivo elaborado por el INEGI.

La OCDE también ha respondido a esta inquietud de la relación PIB-bienestar y cuenta con la Iniciativa para una Vida Mejor, para medir los avances sociales y el bienestar más allá del crecimiento del PIB, en rubros como empleo, seguridad, participación cívica, cultura, salud y educación, entre otras.

“Aunque el dinero no puede comprar la felicidad, es un medio importante para lograr estándares de vida más elevados”, indica la OCDE, que calcula que el ingreso familiar disponible neto ajustado promedio percápita en México es menor al promedio de la organización que asciende a 33,604 dólares al año.

El PIB no da la felicidad pero ayuda acercarse, por el acceso que da a insumos para alcanzar un mejor desarrollo. Aunque México sea el país número dos según el Happy Planet Index, sus retos económicos y desigualdad están pendientes por resolverse.

Vía Expansión


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