Los comportamientos de consumo, el rechazo a las comisiones bancarias y el miedo al SAT son tres poderosas razones por las que el dinero en efectivo es el rey en México.
En México, más del 60 por ciento de la economía ya depende del comercio y los servicios. El país ha vivido un boom de consumo que ha detonado el crédito, el comercio electrónico y la inversión de diversas compañías para diversificar los canales de pago.
A pesar de todo esto, hay un hecho que no cambia: los mexicanos se aferran al dinero en efectivo. Todas las monedas y billetes que circulan en el territorio nacional equivalen a más del 60 por ciento del Producto Interno Bruto, según un reporte de Tecnocom.
Hay varias razones por las que la población no deja el efectivo, aunque tres son fundamentales: la primera es la brecha generacional, la segunda es que muchos siguen sin aceptar las comisiones de los bancos, y la tercera es que se niegan a ser fiscalizados.
Uso muy arraigado
Una de las formas en la que se puede ver el arraigado uso del efectivo en la población es en cómo la gente paga su teléfono móvil: en prepago o pospago.
Al tercer trimestre de 2016, el mercado de telefonía móvil en México se componía de 110.4 millones de líneas, de las cuales el 83.1 por ciento se encuentran bajo modalidad de prepago y el 16.9 por ciento en pospago, de acuerdo con datos de The Competitive Intelligence Unit .
El gasto mensual en prepago es de 87 pesos en promedio, mientras que los de pospago, que tienen un uso más intensivo de datos y voz, gastan 352 pesos en promedio. Pero la gran diferencia está en lo que paga cada tipo de cliente por su teléfono. Los de pospago destinan 1,751 pesos en promedio por su equipo, mientras que los de prepago gastan 3,038 pesos, 73.5 por ciento más.
“La diferencia en precios que los clientes del servicio de prepago deben asumir responde a una dinámica de subsidio de la que se benefician los usuarios de postpago. Este subsidio responde a dos razones principales: el menor riesgo que asumen los operadores al financiar a una persona con un respaldo bancario, así como al compromiso que asumen al contratar un consumo continuo de servicios móviles por un plazo de 12, 18 o 24 meses”, es la conclusión de The CIU por esta diferencia.
Pese a los avances de bancarización y en canales de pagos, la mayoría de la población mexicana prefiere pagar en efectivo y en una sola exhibición (aunque al principio sea más caro) por los productos y servicios que usar un producto bancario para hacerse de los mismos.
El efectivo en circulación en México es equivalente a casi el 65 por ciento del Producto Interno Bruto, por mucho el índice más alto en América Latina, de acuerdo con el Informe Tendencias en Medios de Pago 2016 de la consultora Tecnocom.
División generacional (y digital)
En México, donde cinco bancos concentran la mayoría del mercado, la oferta de servicios financieros aún no llega por igual al grueso de la población. Donde no hay sucursales, las cadenas de mini súpers juegan el rol de corresponsales bancarios que pueden aceptar depósitos y permitir retiros de efectivo.
Aunque la cuestión de infraestructura es importante para diversificar los métodos de pago, también las costumbres de consumo de las personas y generaciones hacen que el efectivo siga siendo el rey entre los mexicanos.
“Creo que estamos en una edad muy temprana de adopción. No es una cuestión de tecnología o de seguridad, es más bien un comportamiento de consumo”, comenta Tom Byrnes, Chief Marketing Officer de Vesta Corporation, compañía que provee soluciones de pago y prevención de fraude para distintas industrias.
La compañía prevé que el mercado de pagos electrónicos en México crezca 26 por ciento este año, lo que lo hace uno de los 20 países más importantes en avances. También pronostican que en este año las ventas por comercio electrónico (e-commerce) sean de 27,000 millones de dólares (mdd).
“Si miras el e-commerce, la mayoría de los ingresos viene de los jóvenes y sus smartphones. Tiene que ver mucho con la cultura (…) La población está digitalmente dividida por edad y por las ciudades”, explica Tom Byrnes.
Desconfianza a la banca y sus comisiones
Una escena muy común en México es que, en cada día de pago, haya filas para retirar dinero de los cajeros automáticos. Si se tienen que hacer pagos periódicos, como la renta, muchos salen con el efectivo de una sucursal para depositarla en otro banco.
El 72 por ciento de los mexicanos saca dinero de un cajero al menos una vez a la semana, es la frecuencia más alta en Latinoamérica, según el estudio de Tecnocom.
“A pesar de los renovados esfuerzos con diferente grado de intensidad en cada país, el uso del efectivo no ha dejado de crecer en los últimos años, siendo el crecimiento especialmente intenso en Colombia (18.3 por ciento interanual) y México (17.2 por ciento), mientras que en Perú – donde su uso es muy intenso – y Brasil el avance ha sido menor (2.8 por ciento y 4.0 por ciento)”, agrega el reporte.
Entre la población persiste un rechazo importante hacia los costos de tasas y comisiones asociadas a la tenencia y uso de tarjetas. En 2016, los bancos en México tuvieron ingresos por 143,515 millones de pesos (mdp) por comisiones, de acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef).
Para esquivar al fisco
Desde que el gobierno implementó una reforma fiscal en 2014, la base monetaria (los billetes y monedas en circulación en el país) ha aumentado. La respuesta de muchos fue usar más efectivo y menos otros medios de pago como tarjetas para esquivar la vigilancia del Servicio de Administración Tributaria (SAT).
El fisco tiene poderosas razones para tener los ojos bien abiertos en las transacciones que hace la gente. Por cada 1.0 por ciento de la economía informal que se formaliza, el gobierno ingresa 560 millones de dólares sin tener que cambiar las tasas impositivas, de acuerdo con el Reporte de Inclusión Financiera 2016 de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV).
El mismo reporte encontró que el costo al acceso al efectivo asciende a 2,300 millones de pesos y 48 millones de horas al año. Pero, al parecer, los mexicanos aún tienen fuertes razones para aferrarse al efectivo.
Pero hay bastante potencial de crecimiento para los pagos electrónicos en el país, algo que alienta a las compañías. Tom Byrnes, de Vesta Corporation, lo pone de esta forma:
“El e-commerce en México ahora está como estaba en Estados Unidos en 2001, hablando de tamaño. Pero el potencial y la población pueden hacer que haya grandes saltos en crecimiento.”
Vía Alto Nivel