¿Fue un fracaso el experimento de Ingreso Básico Universal en Finlandia?

El sistema de seguridad social universal se inició en 1945 sin que mediara un periodo de experimentación. El modelo ahora está en crisis. De ahí la relevancia de encontrar una alternativa a un modelo que las condiciones actuales del mercado laboral hacen inviable.

La escueta publicación de los resultados preliminares correspondientes sólo al primer año de los dos que contempló el programa piloto de implementación de un Ingreso Básico Universal (IBU) que llevó a cabo Finlandia dieron para que en el concierto de la opinión pública internacional se pronunciaran voces que anunciaron un fracaso. Información parcial y sesgos ideológicos se antepusieron al análisis de los resultados completos de un experimento que busca analizar los efectos de IBU en el mercado laboral.

A diferencia del sistema de seguridad social universal —del que forman parte las pensiones y los servicios públicos de salud, entre otros—, el ingreso básico universal ha sido sometido a varias pruebas y experimentos para conocer sus efectos y determinar su viabilidad. El sistema de seguridad social universal tal y como lo conocemos inició en 1945 en Reino Unido a partir del Informe Beveridge, sin que mediara un periodo de experimentación que permitiera mesurar sus resultados en condiciones controladas. Este modelo ahora está en crisis. De ahí la relevancia de IBU como alternativa a un modelo que las condiciones actuales del mercado laboral hacen inviable.

El gobierno de Finlandia echó a andar un programa piloto de Ingreso Básico Garantizado (IBG) durante 2017 y 2018. Participaron un total de 2,000 desempleados entre 25 y 58 años de edad recibieron un pago mensual de 560 euros (unos 12,200 pesos), incondicionalmente y sin pruebas de medios. Como parte del experimento, existió un grupo de control —cuyo número de miembro no ha sido precisado— compuesto por personas que cobraban el seguro de desempleo. El importe de la prestación por desempleo dada por el Kela, la agencia gubernamental responsable de administrar los programas de seguridad social en Finlandia, es de alrededor de 648 euros mensuales (14,100 pesos).

Los resultados preliminares publicados el 8 de febrero por el Kela corresponden sólo a 2017, el primer año del experimento. “Los resultados son, hasta cierto punto, preliminares, y aún no es posible sacar conclusiones firmes sobre los efectos del experimento de ingresos básicos”, acota el Kela sobre la publicación sobre el experimento en su sitio web. “Los resultados del experimento se publicarán por etapas durante 2019 y 2020”, precisó el Kela.

No obstante esta información, los titulares de publicaciones sobre los resultados a lo largo del mundo anunciaron que el experimento finlandés resultó en un fracaso. ¿Es correcta esta apreciación?

El Kela informó que en 2017 no se observaron efectos en el nivel de empleo de los beneficiarios del IBG con respecto al grupo de control. Pero los beneficiarios del IBG presentaron menores índices de síntomas de estrés, menos dificultades para concentrarse y menos problemas de salud que el grupo de control. También se dijeron más confiados en su futuro y en su capacidad para influir en los problemas sociales.

Sobre los resultados del experimento del ingreso básico

El sesgo empleado por muchas de las notas informativas enfatizó sólo los datos relacionados al empleo, debido al objetivo declarado del gobierno finlandés para la ejecución del experimento: reformar el sistema de seguridad social para adaptarlo al nuevo panorama laboral. Una parte de las evidencias indican con claridad que la tasa de empleo no aumentó, pero tampoco disminuyó con relación al grupo de control, según el Kela.

Sobre estos resultados, Araceli Damián, directora del Consejo de Evaluación para el Desarrollo Social (Evalúa) de la Ciudad de México, apuntó en entrevista que las condiciones del mercado laboral de Finlandia no cambiaron en el lapso de su aplicación, lo que explica en parte que las tasas de empleo no mostraran variaciones entre un grupo y otro. Dicho de otro modo, la tasa de empleo no aumentó entre los beneficiarios del IBG porque el mercado se mantuvo sin trabajos para ellos, y no debido a una negativa a laborar. El mercado ya no está generando empleos suficientes para todos, dijo la economista.

A esto se debe añadir que el tener un piso mínimo —como el aportado por el IBG— pone al trabajador en situación de poder decidir si acepta ofertas laborales precarias o de esperar a encontrar un empleo de mejor calidad, dijo a El Economista Diego Vázquez, gerente de investigación en Oxfam México.

Mercado laboral actual, modelo en crisis

Araceli Damián apuntó que Finlandia cuenta con uno de los sistemas de seguridad social más robustos del mundo, pero que éste es un modelo que atraviesa una crisis que puede anunciar su fin. El sistema de seguridad social fue diseñado —explicó— sobre la idea de que hay un mercado formal en donde hay un empleador que pagará un salario, y un trabajador que laborará por 30 años, periodo en el que cotizará para recibir una pensión al terminar su vida laboral. Pero las condiciones necesarias para el funcionamiento de este modelo que operó en países desarrollados ya no existen, y en países en vías de desarrollo —como México— nunca existió por completo, dijo Damián.

Esto se debe, entre otros factores, a los cambios tecnológicos están operando modificaciones un ritmo vertiginoso en el mundo, velocidad a la que el mercado laboral no ha podido ajustarse, dijo Vázquez. El economista de Oxfam México explicó que la pérdida de empleos debido a la automatización afecta al crecimiento económico de los países. Dado que uno de los pilares del crecimiento económico es el consumo, éste disminuye en la medida que aumenta el número de desempleados, toda vez que no cuentan con un ingreso. El IBU permitiría mantener el consumo con un ingreso mínimo no ligado al mercado laboral, pues el modelo de ingresos provenientes del trabajo presente a lo largo del siglo XX, en la actualidad ya no parece viable, dijo Vázquez.

Como diputada federal por Morena en la LXIII Legislatura (2015-2018), Araceli Damián presentó en 2016 junto a su compañera de bancada Norma Xóchitl Hernández Colín, una iniciativa para crear en México un ingreso universal alimentario que no prosperó. Diego Vázquez, desde Oxfam México, ha estado encargado de la planeación de un piloto de instrumentación de IBU con la intención de evaluar sus efectos en el combate a la pobreza y la desigualdad en el país y entender los efectos que pudiera tener en el mercado laboral.

Enfoque en bienestar, no en tasa de empleo

En opinión de Vázquez, los resultados del experimento no deben analizarse bajo la perspectiva del empleo, sino desde una óptica de bienestar de las personas, aspecto en el que el Ingreso Básico Universal tiene su mayor impacto.

De la misma opinión es Araceli Damián. Explicó que las personas al estar sometidas a menores índices de estrés gracias al IBU, pueden generar opciones de autoempleo o tomar trabajos a tiempo parcial. “Se ha demostrado que el estrés es uno de los factores que más afectan la concentración en el trabajo, disminuyendo la capacidad de las personas para encontrar soluciones”, lo que redunda en una mejora en su estado de salud.

“El tabú [que enfrenta el experimento] es que la gente no trabaja porque se acostumbra a vivir del ingreso que les da el desempleo, pero los resultados no dan para refutar ni validar esta opinión”, dijo Damián.

Philippe van Parijs, filósofo y economista holandés —y principal teórico del ingreso básico—, ha declarado en entrevistas que la principal objeción al IBU no es económica, sino moral. Van Parijs ha postulado que el IBU es una tercera generación de ingresos sociales. La primera generación fue la caridad a los pobres de la Europa del siglo XVII; la segunda, la seguridad social que inició Bismarck en la Alemania del siglo XIX, como forma de solidaridad con los trabajadores; la tercera sería el ingreso básico, como acto de justicia, “como un dividendo de la riqueza social acumulada durante generaciones y que, por lo tanto, debería distribuirse a toda la sociedad”, dijo van Parijs a la agencia de noticias Pressenza en julio de 2018.

La renta mensual de Finlandia no fue un Ingreso Básico Universal

El gobierno finlandés entregó un Ingreso Básico Garantizado (IBG), concepto que difiere del Ingreso Básico Universal (IBU). Para ser considerado un IBU, esta renta debía cumplir cuatro requisitos:

  1. Ser un pago individual.
  2. No condicionada.
  3. Desligada a la actividad laboral.
  4. La entrega debe ser regular.

El IBG finlandés cumple la mayoría de los requisitos, menos el tercero. Diego Vázquez señaló que la renta dada a las personas participantes en el experimento cumplía más con las características de una transferencia no condicionada que de un IBU, toda vez que sólo se entregó a personas desempleadas, siendo una de las condiciones del IBU el que sea una renta desligada de la actividad laboral, es decir, independientemente de si está desempleado o cuenta con un trabajo.

Vázquez criticó además que los experimentos del Ingreso Básico Universal, para dar resultados concluyentes sobre sus efectos, deben ser de larga data, pues “cuando las personas saben que el apoyo va acabar pronto, éso puede afectar sus decisiones de consumo y tiempo”, dijo. Añadió un problema metodológico más: para lograr resultados confiables, las muestras poblacionales deben ser mayores a las consideradas por el estudio finlandés.

Para contrastar, Vázquez citó el caso del experimento del IBU iniciado en 2016 en Kenia por la organización sin fines de lucro GiveDirectly, que durará 12 años con una muestra de 26,000 personas. Oxfam México tiene en proceso un proyecto de implementación de IBU, cuyo diseño comprende una toma de datos a lo largo de 5 años, en un grupo poblacional de 6,000 personas.

Publicación de datos sesgados y conclusiones

Ante la crisis que está en el mercado laboral, es clara la necesidad de nuevos modelos que aseguren el bienestar de las poblaciones. El futuro inmediato del trabajo es tan poco halagüeño, que el FMI (Fondo Monetario Internacional) propuso en 2017 la consideración del IBU como forma de resolver los problemas que se avizoran. Dado lo anterior, la manera en que se hicieron públicos los datos preliminares del estudio por parte del gobierno de Finlandia obligan a preguntarse el por qué, en el entendido de que podían ser malinterpretados de la forma en que los expusieron.

El ingreso básico universal no está fuera de las pugnas ideológicas. Ha formado parte de las plataformas de algunas corrientes políticas por estar relacionada con el bienestar social, como vimos en México en la campaña electoral presidencial de 2018. Pero la posibilidad de que la sociedad otorgue un ingreso a las personas que no hacen ningún esfuerzo por recibirla es considerada moralmente reprensible por grandes secciones tanto de la derecha como de la izquierda ideológica.

Para Diego Vázquez, los motivos de la publicación de estos escuetos resultados preliminares por parte del Kela son de índole política. En opinión del economista, el gobierno finlandés busca modificar las políticas de seguro de desempleopara hacerlo más restrictivo, reduciendo el gasto en el mismo. Así, la presentación a la opinión pública de evidencia incompleta pero robusta en términos metodológicos le permitiría echar a andar reformas al seguro de desempleo, dijo Vázquez.

En 2012, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) informó que más de 70% de los trabajadores en el mundo carecían de protección contra el desempleo, y el porcentaje de desempleados sin este seguro era aún mayor: 86 por ciento. Datos de la OCDE de 2015 indican que Finlandia destinó 2.37% del PIB en sistema de protección contra el desempleo.

De esta manera, se puede interpretar que el gobierno de coalición de centroderecha de Finlandia —que conforma, entre otros, el partido de extrema derecha Verdaderos Finlandeses— mata dos pájaros de un tiro: desacredita al Ingreso Básico Universal ante la opinión internacional y gana en posición al interior de la política finlandesa para afectar al aparato de protección social para los desempleados.

Las conclusiones de las notas periodísticas que apresuraron la proclamación del fracaso del experimento en Finlandia lo hicieron desde la perspectiva del IBU como parche al sistema de seguridad social. Visto así, el éxito se habría determinado por una efectividad gatopardística, es decir, por cambiar todo para que nada cambiara.

El think tank finlandés Demos Helsinki, que participó en el diseño del programa piloto, anunciaba en su sitio en 2016 que “el experimento de ingresos básicos puede conducir a la mayor transformación social de nuestro tiempo”, en congruencia con las concepciones que apuntan a que la implementación del IBU significaría un cambio de paradigma, más no una reforma a un modelo ya inviable.

Habrá que esperar a 2020 para conocer los resultados completos, y la decisión —con base en evidencias completas— que tome el gobierno de Finlandia con respecto al ingreso básico.

Vía El Economista


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