La economía mexicana necesitaría crecer a un ritmo de 5% anual durante 20 años y ni así podría alcanzar a países emergentes, como Corea, ni qué decir de nuestros socios comerciales del norte.
México apenas logró un crecimiento anual de 2% durante 2018. Así, las cifras a las que aspira el actual gobierno y los datos señalados por el Banco de México, el Fondo Monetario Internacional y la Secretaría de Hacienda siguen indicando que el potencial de México es de 2%.
“Si bien se logró estabilidad macroeconómica, que ha sido el objetivo en los últimos 20 años, la estructura productiva quedó condicionada a crecer siempre alrededor de 2%. Sin sobresaltos ni caídas, pero tampoco expansiones. En 2019, la perspectiva también es de 2%; sin embargo, el proteccionismo de Estados Unidos, la competencia desleal, la precarización del sector laboral y el gasto del gobierno podrían condicionar el crecimiento. Las perspectivas reales se ubican en 1.2 o 1.5%”, dice José Luis de la Cruz Gallegos, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC).
Fortalecer la capacidad productiva y empresarial para generar riqueza y crear mayor empleo formal y mejor remunerado es la condición básica para que el país pueda superar su propio techo de crecimiento. “Una de las políticas centrales debería ser la obsesión por el crecimiento y la generación de un ecosistema de inversión productiva. Esto solo se puede obtener fortaleciendo la capacidad de las empresas de todos los tamaños. Ahí es donde se da la distribución de la riqueza. El 85% del valor agregado del país lo genera el sector privado. Si este sector no tiene las condiciones para desempeñarse, la economía no crecerá. El gasto social es complemento y no alcanza para sostener una economía de 125 millones de personas”.
¿Tan malo es crecer 2%?
Dependerá a qué parte del mundo se voltee a ver, asegura De la Cruz. En los últimos 50 años, el sureste asiático ha dado lecciones de crecimiento al 5 y 6%; China a más del 10% y lo mismo Vietnam. “Si vamos a compararnos, hay que hacerlo con los países a los que aspiramos alcanzar y con los que competimos, y son los que están creciendo dinámicamente. El crecimiento actual es insuficiente y socialmente injustificable. La miseria de millones de mexicanos reclama acciones”.
A decir del especialista, con un 2% de crecimiento México seguirá siendo siempre un país de contrastes, en el que es posible ver estados, como Querétaro y Nuevo León, que avanzan y se han convertido en referencia internacional gracias a su infraestructura, industria, inversión y capital humano; mientras que entidades como Oaxaca y Chiapas viven en la marginación y círculos sociales viciosos.
“Necesitaríamos crecer un 5% durante 20 años y aun así sería insuficiente para alcanzar, por ejemplo, lo que tendrá Corea en 20 años. Hace décadas tenía la mitad del PIB per cápita de México; hoy tiene más del doble. Tampoco alcanzaremos a nuestros socios comerciales en América del Norte. Un 5% puede sonar mucho, pero en términos per cápita ni siquiera nos ubica en el objetivo final”.
Industrias clave
Fortalecer la base productiva nacional significa atacar los problemas de raíz e inyectar de dinamismo las industrias clave, desde la construcción hasta la energética, pasando por la manufactura. “Se necesita una política industrial holística que conjunte mejor las necesidades de México. Tanto valen la pena las industrias más tradicionales que aseguran los insumos básicos, como las del presente y futuro, cuales son la automotriz, aeroespacial, tecnología, computación e innovación, porque son con las que salimos a competir al mundo”, señala.
Indica, además, que en los años 80 y 90, el Tratado de Libre Comercio con América del Norte le abrió a México posibilidades para convertirse en un país exportador, “pero decidimos hacerlo a través de la maquila y no supimos desarrollar la transferencia de tecnología e innovación que nos permitiera ser proveedores de bienes intermedios e, incluso, de bienes de capital. Nos faltó impulsar empresas tecnológicas, apostar a la educación del capital humano, etc. Fallamos en pensar que la política comercial era suficiente y no era necesaria una política industrial”.
En la construcción, señala la urgencia de una política pública enfocada en resolver la necesidad de casa que requiere la población. Asimismo, destaca la necesidad de terminar con el vicio en los proyectos de ingeniería civil, en los que “hemos visto en muchos casos que la variable de inversión en estos proyectos es la de ajuste para lograr los equilibrios fiscales”.
Sobre la industria manufacturera, apunta que “la cerrazón de Estados Unidos ha provocado desequilibrios en la industria en relación al acero, el cemento y el aluminio con los aranceles que han puesto, lo que nos ha demostrado que son elementos vitales en toda la cadena metalmecánica, por lo que deberían tener su propia política pública”. En el área textil y de calzado, habría que revisar la situación que atraviesa el sector, en la que muchos compiten con importaciones de Asia, que vienen con dumping y apoyo de sus gobiernos muy fuertes.
Más aún, no hay que olvidar el sector energético. “No hemos sabido qué hacer con la energía que tiene el país. No es un problema de hoy. Llevamos 50 años en los que los recursos energéticos del país no han sido explotados adecuadamente. Tenemos petróleo, gas, energía limpia, eólica, solar, etc.
México tiene posibilidades amplias, pero no hay una estrategia de mediano y largo plazo”.
Para el entrevistado es valioso que el actual gobierno reconozca el sector de energía como estratégico para el país; “sin embargo, se le está dando un sentido de identidad nacional. Y en ese sentido, el Estado no cuenta con el recurso ni con la tecnología suficiente para hacerlo solo. Lo adecuado sería una transición a una colaboración público-privada. Probablemente harán modificaciones a la actual reforma energética, y creo que lo primero que harán es rehacer el aparato administrativo e institucional por el ruido que ha generado el robo de gasolina, entre otros temas, y las críticas al modelo de negocio que se han recibido. Habrá incertidumbre, porque ya había expectativas y planeación alrededor de la reforma. Quizás, todo se pausará por un momento”.
¿Por dónde empezar?
La tarea parece complicada, pero en esta obsesión por el crecimiento, México podría emprender unas primeras acciones a corto plazo para romper su propio techo. “El gasto de gobierno podría tener un mayor componente nacional; por ejemplo, en la construcción. Las licitaciones las ganan organizaciones extranjeras que luego subcontratan empresas mexicanas. Eso podría mejorar. Otra posibilidad está en el pago oportuno a proveedores. El gobierno es uno de los mayores deudores. Eso no cuesta nada y no hay que hacer cambios legislativos; se trata de llevar una administración eficiente y organizada”, apunta. En el área fiscal, señala que la depreciación de activos favorecería la inversión, así como volver a contemplar las prestaciones sociales para empleados con mayor deducibilidad.
Otra oportunidad está en el reciclaje. “Mientras otros países trabajan en temas de reciclado para crecer, en México aún no se reconoce fiscalmente la actividad de las personas que recolectan materiales para reciclar. Hay elementos a corto plazo y está en manos del gobierno federal implementarlos. Pero, sin duda, hay acciones estructurales y cambios de fondo que deben emprenderse en el largo plazo para crecer a más de 4%”.
Se requiere de un fuerte liderazgo en la construcción de un proyecto de nación que sea inclusivo; que reconozca la participación del sector público, pero también del privado. “El sector privado es la sociedad. Se tiene que reconocer la necesidad de la participación de la iniciativa privada, la academia, la sociedad civil y las organizaciones que invierten y confían en nuestro país. El primero que tiene que comprometerse es el gobierno: entregar resultados, ser eficaz y contar con un equipo apto para la tarea. Únicamente el diálogo permitirá identificar las acciones a emprender en el corto, mediano y largo plazos”.
Vía Alto Nivel